Ahora que miro el mar todo sosiego,
sé que será para los dos, mortaja
algosa, de naufragios lentos, suave
y oscilante vaivén de un tiempo manso,
prefijado en los crueles astrolabios.
Y allí será mi voz de caracola
y tu cuerpo disperso en él, amando;
porque el mar es destino azul y cíclico,
unánime sepulcro frío y puro.
Pero hoy miro a la mar toda sosiego
e invoco en mí una voz de marejada
por convocar un mar lecho y liturgia,
profundo giratorio y arbolado,
amarillo, arreciando embravecido.
Un mar de Poseidones sin Nereidas,
ciclónico en vaivén, sábanas de algas
ciclónico en vaivén, sábanas de algas
en donde naufragar en ti: oleaje,
pasión salada, amor, futuro, muerte.
Ahora que miro el mar, destino y lecho
quiero una voz de maremoto y grito
por navegar tu piel hasta el naufragio.
Gonzalo Melgar
El mar, el mar cambiante a todas horas con sus olas. Como la vida, como el amor....
ResponderEliminarBesos
Luz
Gracias!
ResponderEliminarQué hermoso Gonzalo!
ResponderEliminarY los últimos tres versos
"Ahora que miro el mar, destino y lecho
quiero una voz de maremoto y grito
por navegar tu piel hasta el naufragio."
sacuden
conmueven
y se pierden, entre las olas de ese mar
como los amantes, entre las sábanas.
un beso
¡¡Gracias!!
ResponderEliminarSí, la verdad es que esos últimos versos me emocionan a mí mismo: pasión, piel para navegar, olas de sábana... y el amor como horizonte de la muerte.
Gonzalo